Cazadores de virus

La pasión por descifrar amenazas invisibles  

El doctor Javier Alfonso Garza Hernández ha pasado su vida investigando los insectos que transmiten enfermedades, motivando a estudiantes a interesarse en la entomología médica. 

Desde niño, su fascinación por la biología y por los insectos fue algo más que un simple interés: era una curiosidad que lo hacía ver la vida desde una lupa única. Durante sus años de primaria, Ciencias Naturales se convirtió en su refugio, la materia que le despertaba entusiasmo y en la que destacaba sin esfuerzo. Mientras otros corrían en el recreo, él se dedicaba a observar abejas, admirando el misterio de su vuelo y aventurándose incluso a coleccionarlas.  

En casa, esperaba con ansias el correo que traía las revistas Selecciones de Reader’s Digest, que su padre coleccionaba. Apenas llegaban, corría a la sección de biología, donde absorbía cada detalle con la misma pasión con la que devoraba los libros de ciencia que lograba encontrar.   

Y cada domingo, cuando la radio emitía La Hora Nacional y escuchaba el anuncio de algún experto en ciencias, animales o plantas, pegaba el oído, dejando volar su imaginación hacia esos mundos lejanos y fascinantes.  

En su rol como universitario, en los laboratorios de investigación, su amor por los insectos encontró un nuevo rumbo. Un día, mientras participaba en un proyecto sobre mosquitos, descubrió que lo más fascinante para él era salir al campo para analizar esos insectos en busca de parásitos. Esta experiencia le abrió las puertas al universo de la entomología médica y veterinaria, su actual vocación.  

Fue en esa mezcla de intereses donde el doctor Garza Hernández no solo descubrió el rumbo que lo acompañaría hasta el día de hoy, la senda que le ha permitido explorar y entender el papel fundamental de los insectos en la salud humana y animal, sino que también encontró el amor que lo acompañaría en las colectas y en el análisis de mosquitos: su esposa.   

Actualmente, el doctor Garza Hernández es profesor investigador del ICB y miembro de la coordinación de Biotecnología.  

El docente nos recibe en el laboratorio de Entomología Médica y Molecular, ubicado en el edificio T del instituto, donde, junto con su equipo, conformado por seis estudiantes –cuatro de ellos tesistas– y su esposa Viridiana Laredo, desarrollan una investigación que retoma una hipótesis de su doctorado.  

“Mi hipótesis original planteaba la posibilidad de que ciertas especies de moscas negras (simúlidos), además de ser vectores de la oncocercosis, podrían estar transmitiendo otros patógenos en México”, alerta.  

La oncocercosis o “ceguera de los ríos”, es una enfermedad parasitaria causada por un nematodo que afecta la córnea y puede causar ceguera. Aunque fue erradicada en México (contrario a lo que sucede en algunos países sudamericanos), el vector aún prevalece y continúa picando a las personas, alimentándose de sangre humana en comunidades rurales de Chiapas y Oaxaca, zonas de alta incidencia de esta especie.  

Esta investigación es financiada por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), mediante su apartado Ciencia de frontera, que sufraga proyectos extraídos de alguna hipótesis, muy particularmente, de ciencia básica, como ellos la llaman, “un paradigma científico”.   

Colaboración y áreas de estudio  

La UACJ lidera este proyecto en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).  

El doctor Garza Hernández explica que las investigaciones de campo se concentran en la Sierra Madre de Chiapas (en municipios como Escuintla, Acacoyagua y localidades cercanas a San Cristóbal de las Casas); y en la Sierra Juárez de Oaxaca, específicamente en el municipio de Ixtlá, zona endémica donde la mosca negra (Simulium ochraceumsensu lato) es abundante.  

“Esos sitios eran los focos antiguos de una oncocercosis, y es donde las moscas tienen su mayor concentración y están al acecho de la población”, indica.  

Expone que estudios anteriores señalan que una persona dentro de la comunidad, al día, tiene un promedio de entre 100 a 150 picaduras.  

Metodología y procedimientos (manos a la obra)  

Cada jornada de trabajo de campo consiste en instalar trampas automáticas en los árboles, alimentadas por baterías, que succionan a las moscas negras y mosquitos.  

“Las muestras se recogen al día siguiente, se identifican y preservan. Además, en las comunidades cercanas se recogen muestras de sangre de animales domésticos y silvestres para analizar la presencia de virus; todo bajo autorización de comités de bioética”, explica.   

Innovación en análisis: metagenómica  

La investigación utiliza metagenómica, una técnica de secuenciación avanzada que permite detectar y analizar los ácidos nucleicos en una muestra, facilitando la identificación de virus en los insectos. Las muestras se procesan en la UACJ y posteriormente se envían a la Universidad Autónoma de Yucatán, la cual tiene un laboratorio de bioseguridad nivel 2, para el aislamiento viral en células.  

Dentro de la línea de investigación de metagenómica, se han descubierto varios nuevos virus para la ciencia.  

Impacto y aplicaciones de los resultados  

El doctor Garza Hernández destaca la relevancia de esta investigación, dado que el Conahcyt ha insistido en la necesidad de estudios sobre zoonosis (enfermedades transmitidas de animales a humanos). Es importante identificar y estudiar nuevos virus y patógenos en vectores como la mosca negra, que tiene un impacto significativo en la salud pública. Estos hallazgos se comparten con las secretarías de salud, lo que permite la implementación de campañas de control de vectores en áreas de riesgo.  

La investigación incluye un componente de educación comunitaria, con talleres para niños y jóvenes de educación básica, en los que se enseñan conceptos de biología molecular, virología y control de vectores. El objetivo de estos es fortalecer el conocimiento científico y crear conciencia sobre el impacto de las zoonosis transmitidas por vector.  

La próxima salida a Chiapas y a Oaxaca está programada para el 15 de noviembre, y su duración estimada en el trabajo de campo es de un mes. 

Colaboradores del proyecto y equipo de trabajo:  

Dr. Julián García Rejón. Centro de Investigación Regional Dr. Hideyo Noguchi, UADY 

Dr. Mauricio Casas Martínez. Centro Regional de Investigación en Salud Pública, INSP 

Dra. Stephanie Viridiana Laredo Tiscareño. ICB, UACJ 

Dra. Edith Vera Bustillos. Instituto de Ciencias Sociales y Administración, UACJ 

Dr. Carlos Arturo Rodríguez Alarcón. ICB, UACJ 

C. Ezequiel Rubio Tabarez. ICB, UACJ 

Dr. Jaime Raúl Adame Gallegos. Facultad de Ciencias Químicas, Universidad Autónoma de Chihuahua 

Dr. Erick de Jesús de Luna Santillana. Centro de Biotecnología Genómica, Instituto Politécnico Nacional 

Lic. Alejandra Rivera Martínez.  ICB, UACJ 

Lucia Edith Velazco Chino. ICB, UACJ 

C. Rodolfo González Peña. Centro de Investigación Regional Dr. Hideyo Noguchi, UADY 

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